*Artículo publicado originalmente el 5 de Abril de 2011.
Texto por Carlos Candia.
En una céntrica esquina de la ciudad porteña, producto de un concurso restringido convocado en 1959, se alza el edificio del Banco de Londres, hoy Banco Hipotecario Nacional. Llama la atención por el tratamiento plástico de sus fachadas, compuestas por grandes piezas de hormigón visto que parecen chorrear desde la cubierta hacia la calle, haciendo las veces de sostén estructural y de pantalla perforada, de membrana concreta que articula el generoso y expansivo espacio interior con el estrecho espacio urbano, materializando una particular intención de continuidad entre ambos ámbitos.
Ésta continuidad fue una de las premisas de la propuesta del Testa, con la clara voluntad de penetrar con las angostas calles céntricas en el interior del edificio, conformando una suerte de plaza techada, según sus propias palabras. El ingreso del público se realiza por la esquina, recediendo las puertas y armando un espacio intermedio entre el interior y el exterior, que queda limitado virtualmente por una gran pantalla de hormigón colgante sobre la esquina.
Sin embargo, por su escala, por sus alturas, incluso por la tenue prolongación de ciertas líneas y la persistencia de ciertos ritmos, el Banco establece un sutil dialogo con sus vecinos, decimónicos y académicos.
Testa nació en Nápoles en 1923, pero a corta edad llega a Argentina, donde se educa. A principios de los 50, después de recibirse de arquitecto, pasa un tiempo en Italia. Cuando regresa a Buenos Aires, se establece en como arquitecto y comienza también una prolífica carrera como artista plástico. Es imposible separar ambas actividades. Testa es arquitecto y artista, artista y arquitecto. Esta doble condición explica muchas de las cualidades plásticas de sus edificios, el manejo escultórico de ciertos materiales, así como el uso desprejuiciado del color, de los volúmenes y de las formas a lo largo de toda su producción.
Establecer líneas de continuidad en su obra se torna una tarea difícil, casi imposible. Lo mismo podemos decir de sus influencias, que no surgen con claridad, si bien en la temprana etapa en que realiza este proyecto, la más citada por la crítica (y acaso la más evidente) es el maduro Le Corbusier de la Unitè d´habitation y de Romchamp. Como el maestro suizo, Testa convoca en su persona las categorías de artista plástico y arquitecto, pero parece mucho menos preocupado por determinar los mecanismos que ordenan su producción.
Pero volvamos al edificio que nos ocupa. Surgido del lápiz de un joven Testa, que se asocia con un estudio de mayor experiencia como SEPRA (Sánchez Elía, Peralta Ramos, Agostini) para su concreción, el proyecto comienza por subvertir muchos de los supuestos que se suponían inamovibles para un edificio bancario y que dieron respuesta a la necesidad de renovar la imagen de la institución que convocaba el concurso. La usual envolvente muraria, opaca y pesada, es ahora muy transparente para los parámetros de la época, con el vidrio conformando una segunda piel que corre por detrás de las pantallas de hormigón.
El espacio interior, producto de una audaz operación estructural, es múltiple, complejo, diáfano, con voluntad urbana. Permite miradas cruzadas desde adentro hacia afuera, desde un nivel a otro, de arriba hacia abajo, desde abajo hacia arriba. El público y los empleados circulan por espacios generosos, ricos. La luz ingresa tamizada por las pantallas perforadas y se derrama por las superficies de hormigón visto exquisitamente tratado que materializa todo el edificio.
En las fachadas, el hormigón aparece calado, casi desarmado, su lógica tectónica parece invertida. Este material, protagonista excluyente de la obra, está conformado con encofrados de tablillas de madera, cuya textura aún se puede apreciar en todas las superficies. No hay prefabricación, no hay repetición, el material es tratado plástica y artesanalmente. Sin embargo, las carpinterías de aluminio y los grandes paños de vidrio, de alguna manera referencian a un incipiente desarrollo industrial, plasmando la condición de identidad de América Latina en progreso, como escribe Horacio Torrent en su artículo “Al sur de América: antes y ahora”.
Una gran columna de hormigón organiza el espacio central del edificio, tanto espacial como estructuralmente. Una escalera se enrosca escultóricamente en uno de sus lados; pero este elemento es también es caja de ascensores. Las cuatro losas superiores (para uso interno del banco) cuelgan mediante tensores de acero de la losa de cubierta, los dos niveles inferiores (de utilización pública) son bandejas que están sostenidos por columnas fungiformes, despejando el espacio central en múltiple altura. Ni las losas superiores ni las bandejas no tocan la gran columna central, las fachadas o las medianeras. Mediante estas operaciones, Testa libera las plantas y flexibiliza el espacio.
Una observación detallada de estas plantas muestra la presencia tácita de grillas que ordenan, pero que permanecen en profundidad, que no son claramente visibles, contaminadas de una libertad compositiva poco usual y liberadas de ataduras geométricas rigurosas, si bien son funcionales por razones estrictamente programáticas.
Convertido en un edifico icónico una ya madura “modernidad” rioplatense, el Banco de Londres es Monumento Histórico Nacional desde 1999.
Arquitectos: Clorindo Testa y SEPRA Ubicación: Buenos Aires, Argentina Año Proyecto: 1959-1966
Fotografías: Fabian Dejtiar. Usuarios de Flickr: tony:banthutham, fabricio contreras ansbergs, lusignan, aliado_86, Arquitectura en América Latina, aquilea, Véronique Desrosiers, ekainj; Julius Schulman ( Modernism rediscovered), Carlos Candia, E. Colombo ( Nuevos caminos de la arquitectura latinoamericana)